Esta segunda parte se estrenó nueve años después de Pequeñas mentiras sin importancia y entiendo su éxito de taquilla en ese momento por la curiosidad de saber qué había pasado en las vidas de sus protagonistas después de todos esos años. Pudiendo ahora verlas las dos seguidas, no sé si las sensaciones son las mismas. Quizás con nueve años de diferencia entre el visionado de la una y la otra, la comparación no habría sido tan odiosa.
Max está atravesando una crisis personal y decide ir a pasar unos días solo a su casa de la playa. Pero sus amigos Marie, Éric, Antoine, Vincent e Isabelle, junto a Sabine, la nueva pareja de Max, deciden presentarse en la casa para organizarle una fiesta de cumpleaños sorpresa. La reacción de Max no es precisamente de alegría e ilusión. El problema es que tiene que dejar la casa en tres días porque viene su ex Véronique a pasar las vacaciones con una amiga. Éric, que ahora es un actor de éxito, alquila otra casa en la localidad para poder seguir adelante con los planes de la fiesta. Sin embargo, las pequeñas mentiras siguen presentes y poco a poco se irán destapando los verdaderos problemas de Max.
Si en la primera película aparentemente no pasaba nada pero en realidad pasaban muchas cosas, en esta ocurre todo lo contrario. Es una sucesión de hechos prácticamente inconexos para contar mucho menos. En resumen, sus vidas han cambiado mucho pero la esencia de los personajes sigue siendo la misma, con casi sus mismos problemas personales y de relación entre ellos sin solucionar. ¿Realmente evolucionamos tan poco a nivel de desarrollo personal en una década? Mi primer impulso es responder un NO rotundo a esta pregunta, pero si me la pienso dos veces empiezo a dudar en la respuesta. Quizás sí que dedicamos la mayor parte de nuestras vidas a evolucionar de cara a la galería, profesionalmente, socialmente... pero nos cuesta más llegar al punto en que nos centramos en nosotros mismos y en nuestro desarrollo personal. Y si esto es lo que Guillaume Canet quería mostrar con esta película, entonces "chapeau". Aunque sigo pensando que muchas de las cosas que pasan en la trama para que los personajes hagan click y maduren un poco, están cogidas con pinzas y son demasiado previsibles y tópicas.
Claramente, esta segunda parte no deja tan buen sabor de boca como la primera y diría que está bien verla más por la curiosidad de saber qué ha pasado con las vidas de los protagonistas que por la calidad de la película. Así que, si no os pica mucho la curiosidad, no pasa nada porque os quedéis solo con la primera parte.
Pequeñas mentiras para estar juntos se estrenó en 2019 y está disponible en suscripción en NETFLIX.
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